"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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AJEDREZ, JUEGO UNIVERSAL Y DE MODA

18/12/1987

(“Heraldo de Aragón” 29/11/1987)

España está en la escena del mundo, europea y extracontinental, categoría de potencia media, un pasado brillante y un esfuerzo presente de equipararse a las naciones punteras de Occidente, un querer recuperar siglos de distanciamientos, lejano ya el trauma de la guerra civil.

En esta acción, también en el ajedrez, una ciudad con fantasía, decisión y adivinación de futuro, ha jugado su carta. Sevilla, a un lustro del V Centenario de la aventura descubridora, pujó fuerte y ganó en la convocatoria para sede del campeonato mundial. Pensó que la puesta en marcha del gran circo que constituye el encuentro cumbre de los pensativos, meditadores del tablero, magos de las 64 casillas, estrategas y tácticos, intuitivos y psicológicos, sería válida, con su eco universal de muchas semanas, para promocionar el nombre de la ciudad del Betis.

Un perfume medieval, recuerdo de primer orden, avalaba el intento. En la misma Sevilla donde ahora se sientan tarde tras tarde Kasparov y Karpov, hace setecientos años el rey castellano Alfonso el Sabio capitaneó un equipo de arabistas, traductores, calígrafos y miniaturistas y alumbró uno de los más asombrosos monumentos del juego, el libro de ajedrez “Dados y tablas”, que enriquece desde el tiempo de Felipe II la magna biblioteca de el Escorial. Es objeto de constante estudio por eruditos, filólogos y curiosos, legado de aquel mundo de interpenetración de culturas.

Lo que en decenios lejanos del XIX y más próximos del XX sólo se concebía en las serias ciudades alemanas, inglesas y holandesas, en Estado Unidos, en Buenos Aires o La Habana, en Moscú o Leningrado, tiene su asiento estas semanas en la urbe de los toros, del flamenco o la manzanilla, pero también del archivo de Indias, de la magna Catedral o del propio escenario de la exposición de 1929. Hemos asistido a la fase inicial del encuentro. Lo hemos seguido luego día a día, con la marca informativa de las agencias, prensa, radio y televisión. Intentamos aquí superar la anécdota diaria, los altibajos de la lucha, los gestos de los rivales y las impresiones del público que arropa la batalla.

Es un acierto el marco elegido. El Teatro Lope de Vega y el casino de la exposición fueron obra en 1929 del arquitecto Vicente Traver, sucesor de Aníbal Álvarez. En solar de 5.000 metros, junto al teatro montaron el casino, que contiene un salón circular de unos 1.000 metros, con esbeltas columnas, gran visualidad y ahora renovadísima decoración y alumbrado. Con el forzoso silencio del teatro, los dos rivales en el escenario, las butacas y palcos, insonorización y moderno confort, el casino se ha llevado a la gente, que abandonaba la butaca de a mil pesetas y prefería el bullir de aficionados queriendo escuchar a los grandes comentaristas, las figuras de excampeones mundiales a lo Spassky o Tahl que hacen llegar a todos los niveles el sentido de las partidas. Estos edificios, que albergaron temporadas de teatro y de ópera, congresos internacionales, cine otras veces, etapa de decadencia y hasta hospital en la guerra, han encontrado la ocasión de reaparecer brillantemente remodelados.

Enmarcado este conjunto en acogedora jardinería, la llegada puntual cada tarde de partida de los dos contendientes la hemos visto como algo de arribo de los matadores legendarios al patio de caballos, con nerviosismo, tensión, sensación de riesgo, entre el aplauso y hasta los olés de mucha juventud y de curiosos que no entienden la técnica del encuentro pero que han dado color y calor al entorno de los protagonistas.

Nacido el ajedrez con su esencia actual hacia el siglo VII en la India, se extiende con los árabes por el norte de Africa y salta al sur de Italia y más intensamente a España, llegando a Europa central y nórdica por otras rutas también. Sobrevive a la conquista de Persia, a las Cruzadas, al Renacimiento y a la revolución industrial como juego y deporte de todos los tiempos y su vida milenaria acredita su adaptabilidad. Como ocurriera en 1972, encuentro entonces en Islandia del soviético Spassky y el americano del norte Roberto Fischer, la diaria reiteración de noticias hace penetrar el ajedrez en todos los ambientes sucediendo al elitista combatir de caballeros medievales o distracción de aburridos casinos ya anacrónicos.

En los tres años recientes hay hechos expresivos de este auge. Grecia, país menor ahora, arropa en 1984 la gran olimpiada de Salónica, que reseñamos entonces para este diario, y se ofrece para volver a acogerla cada cuatrienio. En Londres se montó un gran musical escénico. Chess, con cientos de millones de coste, representado durante meses. Masas de periodistas asisten a los encuentros máximos y en el Medio Oriente, Emiratos Arabes Unidos, tiene lugar la XXVII Olimpiada 1986, con 109 naciones participantes.

No es comparable el ajedrez de hace cuarenta años al de hoy. A las grandes individualidades que acaban con Alekine, tras Lasker y Capablanca, sobreviene en 1948 un mundo ordenado por la federación mundial que controla los hechos básicos. Revisa semestralmente una clasificación de unos 3.000 jugadores, celebra la Olimpiada por equipos cada dos años e impone el ritmo trienal al campeonato individual del mundo, como lo que ahora culmina en Sevilla.

Surge estos años la extrema profesionalización de los campeones. Se aumenta la distancia abismalmente entre ellos y el aficionado corriente, que no entiende casi nada de las partidas sin comentar. Es mucho más que un oficio o una carrera universitaria, consagración de la persona con sus resortes físicos, psíquicos, racionales y morales. La escuela soviética prepara sus hombres y los sitúa masivamente en los más altos puestos. Vemos, sin embargo, en ella también síntomas de cambio. Al monolitismo que observábamos en la Olimpiada de Munich 1958, a la que asistimos, sucede hoy un cierto pluralismo con patentes disidencias, como el caso de Korschnoy, hoy ciudadano suizo, la especial situación de Spassky, que juega con el equipo francés, y cientos de emigrados a USA, a Israel y otras partes. Kasparov, con polémico libro que se ha presentado en Sevilla, dice encarnar las nuevas corrientes soviéticas, presentando a Karpov como el hombre del viejo aparato a desmontar.

El luchador individual se ve superado por el imprescindible equipo de segundos y asesores, que analizan, preparan aperturas y discuten estrategias. Así funciona intensamente en Sevilla.

Nuevo factor de creciente peso es la aplicación de la informática al ajedrez. Recibida con escepticismo por muchos, se afirma sin embargo como bando de millones de variantes de apertura o sorprendente potencia analítica en los finales. Hay a la vez como una vuelta a lo humano y se dice ahora que el luchador solitario frente a la máquina en la calma del hogar se hace insensiblemente jugador de club después, porque busca el calor del otro, el elemento vivo que le llama a la superación.

Finalmente, es curiosa la batalla de las fuerzas en presencia. Junto a los grandes ases, los medianos se hacen escuchar a millones diríamos en los torneos open, a mitad entre liga y copa, en las partidas rápidas con reloj y en otras modalidades renovadoras. Y en las alturas federativas luchan los primeros personajes, como el actual presidente mundial, el filipino Campomanes, o los propios grandes maestros. Estos acaban de constituir la asociación que ha programado una serie de grandes torneos, con acumulación de puntos en un bienio, al estilo del master de tenis o de golf. Barcelona y Bilbao están entre los seis lugares señalados para estas pruebas. El ajedrez entra alegremente en un nuevo milenio, enraizado profundísimamente con el devenir universal histórico y cultural. Es el juego de los juegos, a la vez deporte, ciencia y arte. Y afortunada mina de ingresos profesionales millonarios, como para los Kasparov y Karpov de la batalla de Sevilla.

JUAN LACASA LACASA

 

 

 

 

 

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