"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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LA ANTOLOGÍA DE VEREMUNDO MÉNDEZ POR TOMÁS BUESA OLIVER

16/08/1979

Dos nombres de nuestra tierra, uno ido hace diez años sobrados y otro en plenitud de juventud y hacer, se unen en la pulquérrima edición que la Institución Fernando el Católico de Zaragoza acaba de dar a la luz como su publicación número 713.

Veremundo Méndez extiende una vida de septuagenario desde finales del XIX hasta el acabarse del año 1968. Aún está viva en nuestra memoria aquella tarde corta postnavideña en que acompañamos su cuerpo al cementerio de Hecho, en el que hacía ya más de dos decenios reposaba Miral. Tomás Buesa encuadra perfectamente a Méndez en su momento literario español y empareja su nombre con los Gabriel y Galán, Vicente Medina y aun Salvador Rueda, al aludir a la frecuencia del uso por el poeta dialectal cheso de la silva asonante también grata a los modernistas.

De aparición tardía, comienzan a publicarse hacia los 36 años del cantor, son unas 190 composiciones las que se conservan de Veremundo y Buesa las ha examinado y clasificado, seleccionando doce, entre las que dominan decisivamente las de la primera época, con temática que da un animado y vivo panorama costumbrista de su valle natal. Creemos que ello ha sido un acierto del antólogo y hasta una sorpresa a los que aun fieles lectores suyos no habíamos tenido una visión global o un poco metódica de la total producción del estudiado.

Tomás Buesa recurre sin esfuerzo a las citas de sus compañeros de especialidad filológica, Manuel Alvar entre los españoles, Alwin Khun entre los foráneos, para colocar a Veremundo en la altura que merece hasta llegar a calificarlo Alvar de único poeta verazmente dialectal y popular que ofrece Aragón en todo nuestro siglo y el más noble de los poetas dialectales de nuestros días.

Asombra el asomarse al extenso vocabulario, de unos 700 términos, que presenta Buesa tras minucioso espigar de fichero en la total obra veremundista. Y adentrándose con constancia y curiosidad en él, entendemos la personalidad del dialecto cheso mucho más que en la simple lectura de los versos de Méndez o lo escuchado aun a veces de los propios nativos. Frente a la que creemos exageración sistemática de la extensión de las fablas, ese vocabulario sitúa la cuestión en sus amplios y objetivos límites.

Yendo a la temática de lo seleccionado, nos ha gustado la composición Nuey d'ausín, Noche de ventisca, en la que se unen y entrechocan las visiones del exterior invernizo de la nevada y el arremolinado huracán y el rico y denso bodegón de los hogares, cocinas y otras dependencias, de las casas chesas. A la vez, el romancillo Pastós y Zagalas que con tan buen pie entró en la música navideña altoaragonesa, con proyección larguísima merced a la música de Tomás Asiaín. Como altoaragoneses, jacetanistas y gustadores del rancio sabor de nuestros valles pirenaicos, nos ha entusiasmado el logro, y a la vez que damos a Tomás Buesa la más sentida enhorabuena, rememoramos a Veremundo que en estas páginas queda para la posteridad, superador de las volanderas páginas en que apareció su obra, que así queda salvada y puesta en su merecidísimo y encumbrado lugar.

JUAN LACASA LACASA

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