"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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10.065

12/03/1949

Da gusto pasar, como por una gran piedra kilométrica que redondea el camino, sobre estas cifras de varios ceros, tras las que debe reposarse un momento para seguir marchando.

Ese 10.065 no es ningún número premiado de 500 pesetas en algún sorteo menor, ni tampoco la patente de insignificante invento. Es un guarismo estadístico, al que sacándolo de la fría estantería de su casillero, quisiéramos mostrar al público y darle vueltas preguntando: ¿es bonito, no? Tiene algo que lo hace veraz, y tras sus cinco cifras la gente está mucho más segura que si dijéramos diez mil y pico. Parece que, emitida la cifra, todos tenemos que estar quietos un momento, para salir en un tremendo grupo, y que nos puedan contar para darnos justas las cartillas del racionamiento, sin que nadie pase a dos veces.

Me gustaría que el lector se hubiera impacientado lo justo hubiera “picado” bajo el rótulo matemático, siempre inquietante y deformador, como los ferroviarios que no van con el sol, sino con el mercancías de las 23 h. 14.

¿Pero qué es el 10.065? Ya va señores. 10.065 eran los habitantes justos que se hallaban en Jaca a las cero horas del primero de Enero de 1949. Unos en el cine, otros en la Adoración Nocturna, bastantes en los cuarteles y otros en sus domicilios, de subarriendos en muchos casos, pero 10.65 señores, ni uno más ni uno menos. Así consta en certificación oportuna expedida en la Secretaría del Municipio, y así fue aprobado por los gestores, a los que les hizo gracia la cifra.

Ya sé, y estoy de vuelta, que es pueril y quizás pueblerino este orgullo demográfico, que si no se acompaña de otras variaciones significará simplemente que aquí se está bastante estrecho y que vamos a tropezar mucho por esas calles con restricciones.

Pero es que la cifra obliga y empuja, y hay que olvidarse de aquel burgo decimonónico y amurallado, con hierba en las silenciosas calles, portales cerrados en la noche, como si los moros aún estuvieran acampando en “las “tiendas” y con unos señores dentro, soñando, entre recuerdos de Carlos III y confusas ilusiones “progresistas” en traer el agua del Aragón desde Castiello a la meseta. Aquel Jaca 1885 hay que cambiarlo por el de 1949 y dar gracias a aquellos soñadores, que hicieron posible este presente.

¿Y qué hacemos con los 10.065? dirán los escépticos y los malhumorados (todos esos que dicen que la guarnición y el veraneo encarecen la vida, y que, por esas trazas serían los mejores para ir de frailes nuevos a San Juan de la Peña). Pues con los 10.065, decimos a los optimistas, lo que tenemos que hacer simplemente es preparar base económica y urbana para que quepan holgados 25.000. Y que nos vayan llamando suicidas y hasta derrochadores, inconscientes y otros benévolos y sesudos calificativos: que mientras ellos piensen que la ambición rompe el saco, nosotros lo que queremos es que surjan calles y edificios, y se les pueda dar a los timoratos el disgusto de un nuevo cimiento cada día y otro grupo de obreros defendiendo su pan.

Muy en serio, señores, esto de los diez mil y pico es para meditar. Y para lanzarse en serio a por la población modesta, pero dinámica, que parece en camino de lograrse con facilidad, a poco espíritu solidario ciudadano que unos y otros pongamos cada día.

Con una Hacienda saneada y elástica, hecha de ingresos muy variados, que pueden fluctuar en límites amplios, pero siempre prometedores, el nuevo Ayuntamiento tiene ante sí unos deberes que exigen en primer término, imaginación y hasta fantasía, y no quedarse cortos en el programa. Y ese programa, ya avanzado en lo urbano del casco, con alcantarillado, pavimento y alumbrado debe completarse sin vacilar, yendo a los Ensanches a dotarlos de los mismos servicios, al menos en las vías esenciales futuras, fundiendo la población vieja con las nuevas zonas, sin que se note la costura. Hay que construir viviendas obreras, enlazar la estación por rectas adoquinadas; trazar el Parque de la Cantera; nivelar hasta el campo de deportes; mejorar los caminos agrícolas y preguntarle a la gente qué más quiere, por si se puede hacer.

Todo esto debe ocurrir por haber “coincidido” en Jaca 10.065 personas en el primer minuto de 1949.

JUAN LACASA LACASA

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